domingo, 1 de marzo de 2015

Porteña 2

La vida acá es más acuática; en un santiamén te cubre un nubarrón y esa esquina soleada entresombras de ramas hojas balcones, se convierte en una invitación al salto inevitable, un trampolín entre charcos que te lleve desde la vereda a la calle y de la calle a la vereda, y para qué tanto cordón si acá ya está todo cubierto y las alcantarillas no dan abasto para tanto río de golpe. Tres minutos zafarrancho; y “seco” es solo el recuerdo del local de ropa hule anti-lluvia de una amiga en Palermo; y mirá cómo estás todo mojado, ya te avivaste que los paraguas 70 pesos de un chino no resisten estos arrebatos sureños de agua y viento, y glich glich en los zapatos, y cuidado no te vayás a pescar una pulmonía, mejor metete en un café y esperá; esperá un poco que pase el chaparrón, aguacero, cosa e’mandinga semejante sudestada. Andá a rezarle a Santa Rosa que no se lleve del todo los muelles como le pasó a Flanagan en el Tigre; o soñá con pedirle prestadas las botas a un gato, esos que se ven por todos los paredones, por todos los baldíos, todos los techos, todos los patios; cuando hay sol, claro, ahora no se ve ninguno, deben andar todos mojados.

Porteña 1

La vida acá es más ruidosa, con una luz que parece más clara, tal vez más amarilla; las bicicletas esquivan coches y los coches esquivan pozos; hay un barullo de carteles alineados anárquicamente que ocultan edificios altos que solo ves si levantás el pescuezo, y guarda con elevar mucho la mirada, no vaya a ser cosa que tropieces con una baldosa jorobada por raíces de jacarandás que, para qué negarlo, siguen creciendo y dando sus flores violetas en verano; y la gente conversa; el diariero con el jubilado, la empleada con el sodero, el portero con la paseadora de perros, dos viejos amigos en un café, tres señoras notablemente edulcoradas, la parejita en un banco de plaza; hay mucho jogging mucho fitness mucho bicing, mientras un carrito lleno de cartones pasa un semáforo en rojo, y a ese, nadie le dice nada.